Las casas muñecas lucían como miles de arco iris y la Catedral, orgullosa y tranquila, se despertaba de un nuevo ojo. La miraba desde el puente rojo cobrizo y cuadrado donde flotaban cristales de fuego. Una lágrima de luz, un brillo de alegría. Una pequeña mano apretaba con timidez la mía, y yo apretaba sus dedos contra mi palma. Abrazo débil. Ella jugaba con las pupas de mi pulgar, sin decir nada. Nuestros ojos gemelos admiraban el Oñar. De repente sentí su mirada clavarse sobre mi : "No quiero que te vayas." murmuró. Y su voz se apagó.
Las Ramblas, Gerona
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire